Si eres hombre… 

¿Lloras por alguna razón que no sea que perdió la final tu equipo de futbol? Qué gay. 

¿No te gustan los deportes? ¿No apuestas? ¿No bebes como cosaco? Gay incuestionable. 

¿Te da miedo alguna actividad deportiva o recreativa? Te faltan huevos.

¿Disfrutas la belleza de un atardecer? Súper gay. 

¿Haces labores domésticas? Mandilón. 

¿No te quieres agarrar a madrazos porque ofendieron la virtud de tu hermana? ¿No te defiendes a golpes de los bullies? Maricón.

¿No perdiste la virginidad en la adolescencia muy temprana? ¿No te quieres sabrosear a las mujeres que van pasando? ¿No te quieres acostar con todas? Eres puto, ¿o qué?

¿No pides fotos de mujeres desnudas, las intercambias en tu chat de cuates, demuestras dominio de tu conocimiento en hard porn? No eres un cabrón de verdad.

¿No cuentas chistes misóginos, racistas, sexistas, homofóbicos, clasistas y escatológicos? Gay.

¿Tienes en tu baño algo más que un desodorante, un cepillo de dientes y un jabón? ¿Llevas en la maleta más de un par de zapatos y uno de tenis? Pareces vieja. 

¿Le dedicas alguna atención a tu cuerpo que no sea exclusivamente para incrementar masa muscular en el tren superior? Qué poca virilidad.

¿No puedes mantener a tu familia solo? Poco hombre. ¿Estás dispuesto a dejar tu trabajo para dedicarte a la crianza, mientras tu pareja es el ingreso principal? Mantenido. 

¿Tu negocio tronó? Un hombre pobre es un pobre hombre. 

¿Te divorciaste? ¿Enviudaste? Regrésate a casa de tu mama y cásate de nuevo a la brevedad para que te atiendan. (Repaso: si pones tu propia casa, la decoras, y en el refri hay algo más que pizza y cerveza, ciertamente gay. Cuidar la alimentación y cualquier otra forma de medicina preventiva pueden ser vistos como signos de debilidad. Al doctor solo se va si hay fracturas con heridas sangrantes y profundas o desmembramiento permanente). 

Si el divorcio se debió a que tu mujer fue infiel, seguro no la supiste satisfacer: eres cornudo como consecuencia de ser poco hombre. Aunque pensándolo bien, siempre se supo que esa vieja era una zorra.

¿Estás deprimido, ansioso, triste? ¿Estás yendo al psicólogo o al psiquiatra? ¿Haces yoga, pilates, reiki, theta healing, cuencos, cuarzos, constelaciones? ¿Te gusta bailar? ¿Lees poesía? ¿Hablas con tus amigos de tus sentimientos? Bro, estás demasiado conectado con tus emociones. No seas gay. Somos hombres o payasos.

Estas ideas van construyendo el prototipo de qué es un hombre “de verdad”. Por momentos escribimos manifiestos que dicen otra cosa, pero en la cotidianidad, hombres y mujeres repetimos frases y comportamientos que lo refuerzan.

Pasamos por alto lo ofensivo que resulta que cualquier apartamiento de este prototipo, se castiga con calificativos que denotan un claro descenso en la cadena alimenticia, en esos eslabones inferiores donde están las mujeres y los gays (que no son en este esquema otra cosa que hombres feminizados, de ahí su inferioridad).

Es así, no solo porque así ha sido, es decir, por la inercia de un pasado donde los roles rígidos hacían sentido para que los hombres salieran a cazar mamuts y las mujeres se quedaran a recoger moras y asegurar la supervivencia de la siguiente generación de machos alfa que irían a cazar, etcétera. 

Es también así porque el hombre que se ajusta al estereotipo recibe múltiples beneficios: estatus, admiración, que otras personas hagan labores que pueden ser tediosas y no remuneradas como la limpieza, la crianza y la proveeduría de cuidados. Ser hombre se traduce en comodidad: los productos y servicios están diseñados con ellos en mente, y les funciona siempre y cuando se parezcan al estándar.

Al estar disponibles para trabajar más horas y que no haya expectativa de que participen en esas labores de cuidado, no solo ganan más dinero, sino que tienen los espacios para expandir sus redes y hacer negocios, pasarla bien, incluso socializar y tener mujeres adicionales con funciones sexualizadas. Sean teiboleras, prostitutas, “novias”, o casa chica, estas mujeres son un complemento y no un sustituto al matrimonio heterosexual, que tantos beneficios aporta. 

El patriarcado sobrevive también porque muchas mujeres están sujetas, por buenas y malas razones, a que las mantengan de la cuna a la tumba. Prevalece el estigma de que las mujeres que trabajan para pagar sus propias cuentas, es porque no pudieron conseguir o retener a un hombre que se haga cargo de ellas. Son castrantes, agresivas, ambiciosas. Para las mujeres, solo se vale trabajar “por gusto”, en una actividad y horario que no interfieran con sus deberes de esposa y madre. 

Los beneficios del statu quo son claros. El problema es que hablamos muy poco de los costos que pagan los hombres y cuánto les convendría liberarse de ese yugo. 

Los hombres viven menos años. Tienen peor salud en la vejez, por razones directamente atribuibles al estrés, los malos hábitos, la violencia, y la falta de autocuidados. 

Esto de tener un rango emocional que solo acepta la risa y el encabronamiento, pasa factura. Los hombres presentan mayores tasas de adicción al alcohol y las drogas, y menores de recuperación y remisión, probablemente explicables por la falta histórica de herramientas emocionales. Cometen actos suicidas con más frecuencia y mayor efectividad, y los detonantes están asociados al “fracaso” económico y laboral. Tienen vínculos más frágiles con sus hijos. Constituyen la inmensa mayoría de la población en situación de cárcel. No reciben los beneficios físicos y psicológicos de la amistad que sí reciben las mujeres, porque hasta con los cuates están obligados a mantener la apariencia de éxito y masculinidad sin grieta.

Los hombres están teniendo menores tasas de terminación escolar y con rendimiento académico inferior al de las mujeres, además de ser crecientemente desplazados por máquinas de los trabajos que requieren fuerza física, y por la inteligencia artificial de los empleos basados en conocimiento. La falta de propósito y sensación de utilidad, el desempleo prolongado, son detonantes de ansiedad que se puede traducir en ira (la mono-emoción que se les permite socialmente) y por consiguiente en violencia.

Por supuesto, hay muchísimos ejemplos de hombres que no cumplen con este estereotipo, o no del todo. Están por ahí algunos hombres deconstruidos, libres de expresar sus emociones, que ven en cada relación sexual no protegida con una mujer el riesgo de engendrar un hijo que tendrán que criar a la par que ella, que se aseguran de recibir consentimiento entusiasta antes de cualquier acercamiento de naturaleza sexual; que buscan activamente el balance vida-trabajo, que hacen sus propias labores domésticas incluso si tienen pareja, que nunca se han peleado a golpes, que ejercen plena co-paternidad al punto de que para los críos es indistinto a cargo de quién se queden, etc. Ellos pueden servir de contraejemplo, pero no para negar que el fenómeno está ahí y requiere atención.

Hombres del mundo ¡uníos para derribar el patriarcado! La liberación masculina de estos yugos absurdos tiene que ser la meta del segundo cuarto del siglo XXI, para que todos, todas y todes vivamos por fin en condiciones de igualdad de derechos y libres de discriminación.

Cristina Massa, socia fundadora de lima d&i consulting.

Texto publicado en: https://www.opinion51.com/cristina-massa-liberacion-masculina/

Categories: Blog

0 Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *